Un año más llegó el verano. Un tiempo de calor, de más horas de luz, de reencuentros con familiares y amigos, de días de playa, de naturaleza, de no madrugar, o al menos de no tener que hacerlo por motivos laborales. Pero sobre todo, llegó un tiempo en el que disfrutar de las vacaciones, de más ocio y tiempo libre que, sin embargo, no siempre conseguimos optimizar como nos gustaría.
Vacaciones soñadas
Si preguntamos a diferentes personas en qué consistirían sus vacaciones ideales seguro que reuniríamos un interesante abanico de propuestas. Pero existen un par de características clave en la mayoría de vacaciones soñadas.
- La búsqueda de la inactividad. Si preguntamos a personas estresadas sobre su idea de vacaciones soñadas, suele existir un denominador común que suele ser no hacer nada y versiones de no hacer nada del tipo: «Dedicarme a estar tranquilo/a»; «no preocuparme por nada y que me cuiden a mi»; «que me lo hagan todo: la comida, la ropa, limpiar la casa y yo, a mi aire», «estar tumbado/a, con mi aire acondicionado puesto, viendo el día pasar y sin obligaciones». Y no es raro. En nuestra cultura de vida rápida y estresada ha ido ganando adeptos la idea de relajarse equiparándola a la imagen de «no hacer nada», quizá como una forma de compensar la necesidad de tranquilidad y de bienestar de quienes viven con estrés.
- La búsqueda del placer. Otra idea generalizada es que las experiencias que mejoran la vida son las que te llevan a experimentar placer: la buena comida, el sexo y todas las comodidades que podemos comprar con dinero como viajar a lugares exóticos, lujos caros, pero también planes más modestos, como una tarde tranquila tumbados frente al mar, tomando un refresco.
Estudios sobre felicidad
- En cuanto a la inactividad, los resultados obtenidos en los estudios sobre felicidad no se corresponden con esta imagen de inacción y pasividad de el «no hacer nada». Si tienes dudas, prueba a estar sin hacer nada durante horas a ver cuánto tardas en dejar de sentir bienestar. La realidad es que hasta relajarse y desconectar requiere muchas veces de disciplina, habilidades y práctica.
- En cuanto al placer, no cabe duda de que es un componente importante para la calidad de vida de cualquiera, pero por sí mismo no trae la felicidad, al menos no una felicidad duradera. Sabemos que sentir placer está limitado por un fenómeno de adaptación hedónica o habituación por el que nos habituamos rápidamente a las emociones positivas y porque el nivel de emocionalidad positiva es más o menos fijo y tiene poca probabilidad de cambio (Lyubomirsky, 2007), pues está muy ligado a la personalidad y a los componentes genéticos heredables (entre un 40%-50%).
¿Dónde está la felicidad duradera?
Lo que nos aportan los datos es que la felicidad duradera está cuando pasas a la acción, cuando te concentras y actúas comprometido con lo que haces. Mihaly Csikszentmihalyi, psicólogo húngaro y referente fundamental en Psicología Positiva, ha detectado una paradoja «somos menos felices durante el fin de semana». Explica que el trabajo es más propicio que el ocio para alcanzar lo que él llama «estado de flujo», fenómeno que conlleva la felicidad. La clave está en que, según datos obtenidos en estudios, para mucha gente, el ocio es un tiempo muerto y el trabajo, todo lo contrario.
Según Csikszentmihalyi, la felicidad no es algo que sucede, ni es fruto de la buena suerte o el azar, ni es algo que pueda comprarse con dinero o con poder, ni parece depender de los acontecimientos externos, sino de cómo los interpretamos. Para él, la felicidad es una condición vital que cada persona debe preparar, cultivar y defender individualmente. Defiende que los mejores momentos de nuestra vida, no son momentos pasivos, receptivos o relajados (aunque estas experiencias también pueden ser placenteras si hemos trabajado duramente para conseguirlas). «Los mejores momentos suelen suceder cuando el cuerpo o la mente de una persona han llegado hasta su límite en un esfuerzo voluntario para conseguir algo difícil y que valiera la pena». Estos momentos implican crecimiento psicológico haciendo que nuestra vida merezca la pena, llevándonos más allá del placer, concretamente al disfrute. El disfrute, a diferencia del placer que se desvanece con fragilidad, agrega complejidad a nuestra personalidad, crea un nuevo orden en nuestra conciencia, nos aporta sentido y éxtasis, nos hace superarnos.
Csikszentmihalyi acuñó el concepto de flow, fluir, que define como “el estado en el cual las personas se hallan tan involucradas en la actividad que nada más parece importarles; la experiencia, por sí misma, es tan placentera que las personas la realizarán incluso aunque tenga un gran coste, por el puro motivo de hacerla”. Se da cuando una actividad nos absorbe, teniendo la sensación de que el tiempo se detiene. Fluimos cuando tenemos un desafío en el trabajo, mientras leemos un libro o al tocar un instrumento. Para fluir, la tarea no puede ser ni muy aburrida, porque el estado de flow no se alcanza, ni muy estresante, porque el flow se pierde. Es una ecuación entre las habilidades personales y los desafíos que ofrece la tarea. Además si conoces tus fortalezas personales, algo así como tus puntos fuertes, al aplicarlas en una tarea concreta, alcanzas esa conexión tan particular llamada compromiso o engagement. La tarea exige esfuerzo e implicación. Para él la felicidad deriva de vivir estas experiencias óptimas, del compromiso con la tarea, y de la capacidad de experimentar flow, la sensación de estar en total sintonía con una tarea o proyecto del que se disfruta al máximo.
Aprender a fluir
Según los estudios llevados a cabo por Csikszentmihalyi, podemos hablar de 8 factores clave para fluir y vivir una experiencia óptima:
- Que la actividad suponga un desafío que requiera el uso y aprendizaje de una habilidad que tenemos.
- Que suponga alcanzar orden en nuestra conciencia.
- Que la tarea implique metas claras y nos ofrezca retroalimentación inmediata.
- Que sea posible la concentración sobre la tarea.
- Que se de la paradoja de control con la tarea, pues la persona siente que ejerce control sobre lo que hace.
- Que suframos una pérdida de autoconciencia y el sentido del tiempo se altere, las horas pasan en minutos y los minutos pueden parecer horas.
- Que estemos involucrados, absorbidos por la tarea, alejando de la conciencia las preocupaciones y frustraciones de la vida cotidiana.
- Que exista éxtasis, disfrute, sensaciones lejanas a lo cotidiano.
La importancia de la autotelia o flujo
El elemento clave de una experiencia óptima es que tiene un fin en sí misma. «Autotélico» deriva de dos palabras griegas, auto, que significa en sí mismo, y telos, que significa finalidad. Se refiere a una actividad que se contiene a sí misma, que se realiza no por la esperanza de ningún beneficio futuro, sino simplemente porque hacerlo es en sí la recompensa. Dar clases a los niños para convertirlos en buenos ciudadanos no es autotélico, mientras que darles clase porque uno se divierte al interactuar con ellos sí que lo es. Lo que ocurre en ambas situaciones es básicamente lo mismo; lo que las diferencia es que, cuando la experiencia es autotélica, la persona está prestando atención a la actividad por sí misma, y cuando no es así, la atención se centra en las consecuencias.
La experiencia autotélica o flujo, eleva el transcurso de la vida a otro nivel. La alienación da paso a la involucración, el disfrute desplaza al aburrimiento, la impotencia da paso al sentimiento de control y la energía psíquica trabaja para reforzar la personalidad en lugar de perderse al servicio de unas metas extrínsecas. Cuando la experiencia es intrínsecamente gratificante la vida está justificada en su presente. De ahí que lejos de lo que podamos pensar a priori, no es en vacaciones cuando las personas experimentan más momentos de plenitud vital y satisfacción. Los datos obtenidos tras investigar estos aspectos han mostrado que la frecuencia de experiencias óptimas es mayor en el trabajo porque es más fácil experimentar los componentes anteriormente descritos.
Vacaciones autotélicas
Hay personas que son capaces de fluir y maximizar muy bien su tiempo de ocio sin planteárselo. Pero hay otras que no, y por tanto, tendrán más dificultades a la hora de sacarle partido a su tiempo libre o sus vacaciones. Si eres del primer grupo, enhorabuena. Si eres del segundo grupo, trata de reflexionar sobre el tipo de actividades que haces y el sentido que tienen para ti tratando de que incluyan los componentes que nos llevan a fluir para que aumentes el disfrute y sientas el flujo de la felicidad en tus vacaciones.
Puedes conocer con más detalle la propuesta de Mihaly Csikszentmihalyi en el video.
¡Disfrutemos del verano! ¡Fluyamos!