Cada vez es mayor la evidencia científica de los beneficios que tiene la solidaridad para alcanzar y disfrutar de una vida más satisfactoria, más plena y más feliz.
Contamos cada vez con más estudios que reflejan las ganancias de los que muestran conductas prosociales y altruistas en favor de los demás, frente a los que muestran conductas más hedonistas y egoístas prefiriendo la autogratificación en favor de sí mismos. Tanto es así que este comportamiento llega a provocar cambios a nivel genético. Una prueba más de que lo que sentimos, pensamos y hacemos tiene una manifestación clara en nuestro yo más físico, considerado «inmutable» durante gran parte de nuestra historia.
Prueba de ello es el estudio del equipo de investigadores, liderado por Steven Cole, de la UCLA, y Barbara L. Fredrickson, de la Universidad de Carolina del Norte, quienes solicitaron a 80 voluntarios sanos completar un cuestionario online donde se les preguntó por qué se sentían satisfechos con sus vidas. A continuación, los investigadores tomaron muestras de su sangre para analizar sus glóbulos blancos. Encontraron que los diferentes tipos de felicidad generan efectos diferentes en el genoma humano. Dividieron las clases de felicidad en dos, en función de si la felicidad provenía de hacer cosas por los demás (altruismo) o para uno mismo (hedonismo y egoísmo). Ambos tipos de felicidad pueden coexistir, aunque siempre prevalecerá una sobre la otra. Resultó que:
- La felicidad altruista: resulta más beneficiosa para nuestro genoma. Mostraron perfiles de expresión genética muy favorables en sus células inmunitarias; tenían niveles bajos de expresión de genes antiinflamatorios y una expresión fuerte de genes antivirales y de anticuerpos.
- La felicidad hedonista y egoísta: resultante de, por ejemplo, gastar nuestro dinero en caprichos para nosotros. Presentaron perfiles exactamente opuestos; tenían un perfil de expresión genética adversa que incluía una alta expresión de genes inflamatorios (relacionada con el desarrollo del cáncer, la diabetes y enfermedades cardiovasculares) y una baja expresión de genes antivirales y de anticuerpos.
Esta estrategia de premiar a los seres humanos más altruistas frente a los egoístas a través del cambio en la expresión génica es muy probablemente impulsada por una estrategia evolutiva que contribuya al bien común: solidaridad en favor de la humanidad y, secundariamente, en favor de uno mismo.
Voces para la Paz, Músicos solidarios, se constituyó en el año 98 impulsada por Juan Carlos Arnanz como una asociación independiente de ayuda humanitaria que utiliza la música como medio para realizar y apoyar proyectos que contribuyan a la erradicación de la pobreza y a la mejora de las condiciones de vida de las personas y comunidades más vulnerables y desfavorecidas. Un excelente ejemplo de solidaridad.
Al parecer, hubo un problema de sonido que llevó a Juan Carlos a tener que gritar su discurso de apertura al concierto. Parece que la tecnología se confabuló en favor de los valores humanos y de la solidaridad, y contra toda injusticia, provocando que su discurso fuese todavía más emotivo. Fue una suerte. Estas cosas habría que gritarlas.